Katab
Sus manos duras, fuertes, trabajadas, cogieron el lápiz por primera vez.
Como si se tratara de un diminuto niño lo sostuvo con las dos manos, mirando.
Lo agarró con su mano derecha, con cuidado, temblando un poco. Nunca se había
sentido tan emocionado y nervioso a la misma vez. Después de 36 años trabajando
en el campo, por fin iba a lograr su sueño más oculto, escribir. Siempre lo
había querido hacer, pero jamás se lo hubieran permitido; lo necesitaban.
Al mudarse a España se dio cuenta de lo necesario que era escribir y leer. Los
papeles de residencia, los deberes de sus hijos, … Era un mundo nuevo que nunca
había conocido y quería entenderlo desesperadamente.
Sus manos, no lucían aptas para escribir; eran demasiado grandes, duras,
llenas de callos para la precisión de la escritura. Aun así, practicó, todos
los días, cuando podía. Se sentaba cerca de sus hijos cuando hacían los deberes
y, en el momento que identificaba una letra exigía que le dijeran el
significado de la palabra.
Se alegró que no era el único en su clase y que, además, formaba parte del
grupo más numeroso de toda la asociación. El profesor Jordi había empezado por
enseñarles lo básico. Primero, las letras, las vocales y sus sonidos.
Seguidamente, juntaban las consonantes con las vocales: mamá, papá, … Pronto,
ya eran capaces de identificar palabras y su significado.
El impacto que tuvo aprender a escribir y leer en él le cedió su próximo
sueño. Ahora anhela escribir su historia y la de aquellos que le enseñaron a vivir de nuevo.
Escrito por A.J. Vega
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